La llegada de los meses estivales, tradicionalmente asociados al descanso, la desconexión y el fortalecimiento de los vínculos familiares, representa en la práctica jurídica chilena uno de los períodos de mayor tensión litigiosa. Para miles de familias separadas, la pregunta "¿Qué haremos en vacaciones?" no evoca imágenes de playas o montañas, sino la incertidumbre de acuerdos obsoletos, la rigidez de sentencias judiciales antiguas y la inminente necesidad de negociación. La